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“Habitualmente no tomaba notas”, declaró Butterfield. ”. Butterfield asintió y añadió que había deseado con toda su alma que no le hicieran nunca esa pregunta porque el presidente no deseaba que se revelase. Habían pasado cuatro meses desde el asalto al cuartel general de los demócratas en Washington y la pregunta sobre las motivaciones y conexiones del suceso que el periódico había planteado el primer día tenía ya respuesta. Tras las elecciones, los hombres del presidente atacaron a la prensa con una dureza desconocida. Aceptó la “responsabilidad oficial” por el Watergate, pero negó que supiera de antemano las actividades que se cometían.

Woodward y Bernstein tardaron meses en confirmar las actividades financiadas con los fondos reservados del Comité para la Reelección. Woodward era miembro del partido republicano, pero no votó. Bradlee llamó a Woodward y a Bernstein a su despacho: “Cuidado con el teléfono”, les dijo; “Vigilad las cuentas con Hacienda y no permitáis que un amigo con droga entre en casa. Hasta el día de hoy, y en el tiempo que ella lleva ahí, nunca les ha faltado el alimento ni en el día ni en la noche a esos animales. La camisa del baloncesto es un tiempo de símbolo honrado de los deportes profesionales que están disponibles en nuestro sitio. Dos semanas más tarde, los reporteros -inmersos ya en un mar de nombres y conexiones- entregaban un nuevo reportaje a los directivos del Post. La trama del Watergate incluye cientos de nombres y de conexiones.

camiseta chicago bulls para un año El 23 de marzo, la confesión de McCord -el asaltante del Watergate que declaró que trabajaba para la CIA-, en la que confirmó las presiones para mantener silencio, resultó determinante. El Post pudo averiguar que se habían ejercido fuertes presiones para que se declararan culpables a cambio de una considerable suma de dinero y de la promesa de una liberación a corto plazo. El Post había ganado la primera batalla, pero comenzaba la guerra. El 30 de abril, el presidente Nixon se vio obligado a hacer la primera declaración importante sobre el caso y se dirigió al país por televisión.

A cuatro columnas, la información encabezaba la primera página de The Washington Post con el título: “El FBI descubre que ayudantes de Nixon saboteaban a los demócratas”. Guerra, por cierto, que terminó aquellos días con una precipitada retirada que se intentó utilizar para relanzar la imagen de Nixon. En el mes de febrero, el Congreso inició una investigación por su cuenta. En realidad, ellos y otros periodistas siguieron la investigación que ni el FBI ni el Departamento de Justicia culminaron. A Bradlee le calificó de líder de “esa estrecha franja de élite arrogante que infecta a los periodistas norteamericanos con sus peculiares puntos de vista del mundo”. La batalla del Watergate fue larga y compleja. El comité que investigaba las derivaciones del caso Watergate interrogó el 13 de julio a Alexander Butterfield, que había sido segundo asistente en la Casa Blanca.

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